Las lecciones
Lo más difícil es quizás explicar las lecciones, porque es una amalgama de cosas, conocimientos, emociones, acciones. Es complejo porque es un proceso interno de des aprender, comprender, re apreciar.
Cómo nos incorporamos en el mundo, como lo vemos, como lo pesamos, lo sentimos, como el individuo isla se incorpora en el mar del mundo.
Estamos condicionados por los relatos, las narrativas. Las historias sociales, familiares y propias conforman una buena parte de nuestras vidas y la forma en que nos vemos tanto a nosotros como a otros se relacionan al relato, al cómo contamos las cosas, a los atributos que les entregamos por medio del lenguaje, narrar historias. Y que por medio de los mismos relatos, se pueden ir moviendo los límites de lo permisible, de lo adecuado. La neutralidad es también un engaño occidental, no es posible ser humano y moralmente neutro. La moralidad también está cooptada, la ética, los discursos morales, como si fuesen ideales ilusorios. Nos engañaron al inculcarnos que situaciones que no son morales se les debe atribuir una calificación moral, nos mantienen ocupados discutiendo sobre una moral que no existe, mientras comenten los actos mas inmorales de fondo. Mientras más se revisa la historia, es mas evidente que no vivimos lo suficiente como para evitar que se repita y también parece más claro que el progreso tecnológico no va de la mano con el avance social, pues seguimos siendo los mismos de siempre. La perspectiva histórica es muy importante, no puedo destacar cuanto, porque revisar el pasado nos permite entender el presente Hay muchas cosas que pasaron hace años y hoy sigue teniendo impacto en la realidad de mucha gente. Como Haití, que hasta hace unos años continuaba pagando el precio de su libertad. Sin ese contexto histórico, se pierden muchas cosas de vista, se pierden los motivos, lo que ha movido y motivado a pueblos a lo largo de la historia, se pierde sobretodo el impacto de la conquista, del imperio, hasta el día de hoy. Y eso hace que sea más complejo entender las luchas de gran parte del mundo. Esas luchas que son por lo colectivo, por mantener identidad, por sostener el recuerdo de sus ancestros en el tiempo. Y es una lucha que no es tan fácil de ver en principio, porque el racismo internalizado nos dice que solo los incivilizados luchan por la tierra y recuerdos ancestrales. Son luchas que no entendemos porque no sentimos, porque el éxito del quehacer colonial fue eliminar nuestra identidad, como herederos de la colonia. Yo ya se y he aceptado que no pertenezco a esta tierra, mi sangre y etnia, cultura, no es local, es colonial. Y reconociendo ello, quién soy yo para dictar cómo y cuándo debe defenderse lo propio? Quien soy yo para dictar el cómo resistir? Porqué debe hacerse digerible, higienizado, un conflicto colonial del cual soy parte? Porque el oprimido debe ser amable con el opresor o el colonizado preocuparse del bienestar del colono? Y es ahí donde lo moral entra en juego. Porque en estas falsas equivalencias morales, estas falsas dicotomías, ya no nos permiten distinguir entre el bien y el mal. No matizados, blanco y negro, claro y oscuro. Parece absurdo, pero así estamos. No sé si será lo politicamente correcto o que esta necesidad de no decir las cosas por su nombre porque es necesario que pueda ser aceptado y digerido previamente, de no poder apuntar al mal y terminar hablando neo lengua porque hay palabras malas, fuertes, indebidas. Siento que estamos en un punto en donde estaríamos pidiendo perdón a los soldados alemanes que dieron su vida en gloriosas batallas, estamos pidiendo perdón por las bajas, perdón por apuntarlos con el dedo como lo que son, fascistas. Y creo que es porque el relato es de que no son humanos, son monstruos. Es más fácil olvidar que también son hijos, madres, padres, hermanos, amigos a enfrentar que también eran humanos y que su muerte es también la pérdida de un universo, como la de cualquier vida humana. Y esta narrativa en donde todos los discursos son permitidos, en donde los opresores no son responsables de nada, en donde el colonialismo e imperialismo como ideologías siguen muy presentes en las sociedades e incluso en discursos estatales, invade todo, está en todos lados, todo el tiempo. No podemos sentir empatía por los opresores, porque ellos mismos no te consideran humano. Cómo vas a empatizar con quién te ve como menos, con quien no va a empatizar contigo porque eres inferior. Y justificar el silencio e indiferencia de las poblaciones y pueblos que a veces siguen sin crítica ni objeción, hasta con aprobación, las prácticas y políticas que buscan destruir, erradicar o eliminar a otro, a su identidad, a su tierra, como solo falta de conocimiento es iluso e incluso infantil. Hay que ser sincero en entender que hay otros que te ven como menos y por lo tanto tu vida, el destino que corras y lo que te pase les es indiferente. Y eso es porque no eres humano. Animales humanos, como han dicho algunos. Como si no fuésemos animales también. Y aún cuando el sistema está pensado para enajenarnos de lo que le ocurre a los otros, podemos empatizar. Es también resistir. Y aún cuando en buena fe podemos considerar que la inclinación humana no es a la violencia sino que a la cooperación, cuando la injusticia parece afectarnos físicamente, cuando estamos biológicamente hechos para conectar con otros y aún sabiendo todo eso, justificamos la opresión, la injusticia y el horror porque le está pasando a otros, lejos y no a los tuyos, es que debemos entender cuán internalizados tenemos prejuicios, como el racismo y que vemos a otros como de un menor valor, en términos de vida, aún cuando no lo pensemos, porque los valores que les atribuimos a dichas personas no están establecidos ni pensados por uno, sino que son atribuciones sociales, que el poder atribuye por medio de los discursos que buscan normalizar, extender los límites, conquistar fronteras. Y ahí quedamos con un relato, una narrativa respecto del otro que no fue construida desde nuestro conocimiento del otro, sino que desde un relato difundido desde quienes ocupan lugares de poder. En qué momento silenciar el periodismo con bombas se convirtió en algo permitido, en algo normal? Es esa la defensa de la moral y las costumbres occidentales?. Cuando cada acusación es una confesión, es quizás cuando se comprende que el relato es más bien un reflejo propio mas que ajeno. Es respecto a lo que uno es capaz de hacer contra de otro. Es una confesión de lo que ya ha hecho occidente en su afán colonizador e imperial. Puedo entonces seguir sosteniendo este relato en donde el estándar de lo moral, de lo ético reside en cuan limpio, higiénico, normalizado, homologado, igualado sea el acto será el como lo califiquemos. Niños abrasados por el fuego y sus cuerpos carbonizados no es un límite moral? Podemos justificarlo en nombre de la libertad? De quienes? Lo hemos visto todo y el límite aún no se presenta. Las víctimas perfectas solo existen en el relato occidental. La resistencia, de diversas formas, ha sido transversal por parte de los pueblos colonizados a lo largo de la historia, es una forma de sobrevivencia ante la opresión. Lo difícil es quizás digerir todo esto, hacerlo propio. Porque podemos saberlo pero internalizarlo es difícil. Es difícil porque implica tener que hacer un examen interno, revisar lo que creemos, o que sabemos, revisar la historia, las narrativas y los relatos para encontrar que hay reflejos, indicaciones y complejidades omitidas, ignoradas, borradas en forma consciente, como queriendo hacer olvidar el matiz de la historia occidental. Y es ahí cuando entra la discusión sobre lo moral, porque lo legal no es necesariamente moral y el relato occidental, la narrativa civilizadora, de la iluminación, del estándar moral superior se cae a pedazos cuando se hace una revisión crítica y uno aprende muy chico esto como para posicionarse La historia es algo esencial, es profundizar en lo que somos, en lo que fuimos y en lo que hemos hecho. Nos permite ver matices sobre nuestras propias sociedades y por lo tanto, la experiencia propia del mundo. No vivimos lo suficiente como para ver las señales repitiéndose y hacer algo al respecto. No consideramos la experiencia humana previa como algo valioso y digno de ser revisado. La historia a veces no se repite textual, pero rima. Y no escucharla para entender que las voces del pasado tienen un valor de referencia, de experiencia, porque somos animales que repetimos patrones, que nos comportamos de forma similar aún cuando nos separen siglos de existencia, es la parte que los colonos odian. Porque esas experiencias humanas nos igualan. Y hablar de la historia y la moral es necesario porque muchas veces la historia se ha construido en base a la moral y se ha utilizado como herramienta de conquista, de usurpación, de exterminio. Es una forma de otrorizar, de convertir al otro en un otro. Es la base narrativa mediante la cual establecemos, de forma consciente o no, una escala de valor respecto al otro, le damos una calificación, una connotación a su existencia. Porque la vida humana en si misma no basta para el colonialismo, imperialismo y capitalismo. No es suficiente estar vivo para tener un valor objetivo intrínseco e inquiebrantable. Tienes que poder hacer algo. Y lo que a nosotros nos inunda es la idea de que hay que aportar, como si la existencia en sí misma no fuese un aporte, como si las sociedades se hubiesen conformado con el fin de aportar y no de proteger. Terminamos considerando a personajes cuestionables como líderes de opinión, escuchamos fascistas con el fin de evitar más conflictos, de cuestionar, de recuperar la narración de la historia y del futuro. La comodidad es efectivamente nuestra mayor enemiga, porque no actuamos hasta que no podemos no hacer nada. No nos movemos hasta que está sobre nosotros. Es difícil cuestionarse las narrativas cuando parece normal no hacerlo. Es difícil cuestionar la normalización, cuando no se ve. Es difícil cuestionar lo que creemos porque a veces, no queremos que la realidad sea cierta. Pero tener coherencia moral es entender que aún cuando es difícil, es necesario entrar a examinar la historia, los hechos, lo que uno cree y posicionarse, entender qué implica. Revisar la historia nos permite ver los patrones, ver que los hechos se repiten en formas diversas con diferencias entre uno y otro pero al final, son en el fondo lo mismo, aunque la forma o el empaque sea distinto. Es ver que la historia iluminada es falsa, que occidente no es lo que dice ser, que se ha ignorado la usurpación y el horror higienizando la historia, justificando con una falsa superioridad moral. El otro como infra humano. Es entender que la mayoría del mundo se rige por otros códigos de conductas morales, que tiene perspectivas distintas de la existencia, que el individuo es solo una parte de un todo más grande y que aunque te digan que toda vida es importante porque cada uno es un mundo, hay quienes siempre se van a ver como una pieza dispensable. Y todo esto hacerlo propio. Experimentarlo, vivirlo. No es escuchar ciegamente, es escuchar con crítica, con discernimiento, con capacidad de entender que mediante nuestra identidad pertenecemos al mundo y que para muchos, es algo por lo que vale el sacrificio máximo. Es no vivir lo suficiente para ver nuestro efecto en el mundo, pero vivir lo suficiente para advertir que el pasado se repite y que estos hechos tienen impacto duradero. Uno de los objetivos de la colonización es erradicar esa identidad, es la homogenización, el normalizar ciertas conductas. Nuestras sociedades herederas coloniales son víctimas de esto. Somos ese producto, desarraigados de tierra y de identidad. La identidad de mestizos nos quita toda otra y no negamos la herencia colonial. La revisión de la historia nos permite rescatar identidades y también nos permite entender mejor los silencios. Qué nos hace pensar que seremos salvados, que seremos humanos, cuando la humanidad ya permitió una dictadura de 30 años en silencio? La economía va de la mano con la crueldad cuando no somos más que peones en el sistema del poder. Lo que hicieron en medio oriente luego lo hicieron con nosotros, porqué ahora sería distinto? Quién va a evitarlo cuando no podemos siquiera poner límites al horror que cobra vidas humanas a diario de las formas más perversas? Si llevamos dos años viendo un exterminio, qué es lo que va a evitar que mañana seamos nosotros? Nos asimilamos culturalmente y creemos que eso es suficiente para que nos vean como humanos, para que nuestra vida tenga valor, aún cuando ya nos golpearon con bombas en la moneda. La narrativa de la realidad es importante, vital para entender la ejecución del poder, como se impone, se materializa, se disfraza y mimetiza para evitar se reconocido. Y hoy es quizás más evidente cuando contrastamos los relatos de la realidad. La narración busca crear enemigos invisibles y poderosos, que no le temen a nada ni a nadie. La historia muchas veces tiene propaganda de los victoriosos que atribuyen características de bárbaros a los vencidos. Pero parece que no es más que un reflejo, que quienes son los bárbaros realmente, los monstruos, son otros. El relato de los hechos, la forma en que se narran, se cuentan, el lenguaje que se utiliza, todo da forma a la realidad, a cómo percibimos esta y nos hacemos parte de esta. La narración, el relato, la historia son importantes, hay que examinarlos y aprender a examinarlos, a leerlos, a distinguirlos, a verlos. De lo contrario, nos encontraremos creyendo nuevamente las mentiras de los opresores, a seguir corriendo los límites, cediendo espacios a quienes no tienen otro objetivo más controlar, tener el poder y acabar con quienes se impongan en sus caminos. Pero mientras sea bien relatado, mientras se vista bien, lo creemos. Es más fácil que afrontar el engaño. La fuerza moral palestina es un ejemplo de la visibilidad de esa lucha humana, de eso que nos hace distintos, nos enseña que no debemos ceder y que la resistencia, por todas las vías, es el único camino. La coherencia ideológica también es una bandera de lucha que define el carácter de esta y en un mundo de performance, el compromiso real es admirable. Es algo que escuchamos en historias de tiempos antiguos, pero que en el gran orden de las cosas, es de tiempos cercanos. El mundo moderno tiene 100 años aprox, este mundo de grandes producciones de energía es nuevo, somos nuevos en el también. Y ese salto es lo que creo que hace que sea tan notorio el quiebre temporal, pero no fue hace tanto tiempo. Hay obras humanas que fueron completadas casi un siglo después de sus inicios y que hoy pese a todo se mantienen pese al paso del tiempo. Hay humanos que destruyeron todo signo de civilización de pueblos que consideraron inferiores y aún así, los vestigios del pasado persisten. Cómo es posible que consideremos que esto es la cúspide de la civilización, cuando no es mas que seguir atrapados en un ciclo de imperios que eventualmente, se derrumban. Miles de años de civilizaciones para establecer que esta es la superior por su capacidad tecnológica de producir y destruir? Es eso todo lo que nos define? O es la dificultar para aceptar el fracaso del modelo? Hay ideologías en las cuales se basan los sistemas de opresión de los cuales somos parte y es necesario que nos permitamos pensar, crear y actuar fuera de los límites establecidos. Si han tenido libertad para el horror, qué impide que tengamos libertad para actuar fuera de lo que han establecido como correcto? Estamos llenos de falsas dicotomías, de falsos dilemas, de falsas equivalencias. Mientras que la realidad más brutal y barbárica se esconde tras falsas excusas que se transforman en la narrativa hegemonica. Una narración prefabricada, un relato perfecto en donde no hay responsables, solo quizás un monstruo. Y las víctimas se siguen acumulando y deben sufrir y esperar ser salvadas. Los salvadores van en camino e ignoramos el profundo daño en la estructura de la sociedad que es que los fascistas no rindan cuenta. Responsabilizar a un humano del mal ejercido a otros sin mayor oposición es quitar el poder de agencia de los pueblos, de las sociedades, de la organización social. Es no querer asumir que es una responsabilidad social como un todo mantener los límites. Todas estas lecciones quizás repetitivas nacen de ver que las palabras no coinciden con las acciones. Que no hay forma, por la estructura propia del sistema, de hacer cumplir los derechos humanos. Que si no deslegtimizamos, desmantelamos y cambiamos el sistema en su totalidad, desde todos los frentes, estamos entregando el futuro. Que podemos resistir y luchas desde cada trinchera pero que el proceso de aprendizaje, conocimiento y coherencia debe vivirse, realizarse. Es un proceso, toma tiempo, pero es urgente. La distopia tecnofeudalista está mas cerca de lo que creemos si no utilizamos el poder de injerencia histórica que poseemos. Hay conversaciones que podemos tener, pero que es necesario que partamos desde la premisa de no tenernos miedo y que somos humanos. Ignoramos muchas experiencias de vida por no coincidir con nuestra visión, como si fuese la correcta, como si no hubiese una verdad, una realidad vinculada a los hechos, como si la historia misma no tuviese una dosis de propaganda. Pero posicionarse ideológicamente, otorga claridad respecto a que hay situaciones y momentos en donde no hay puntos medios y los errores pueden tener un alto costo, pero donde los principios morales no deben fallar en distinguir que hay hechos buenos y malos, acciones buenas y malas, omisiones. Periodistas ardiendo, niños corriendo entre las llamas, el llanto de madres, el hambre, la desesperación. No son esos límites morales? No que los civilizados no hacen eso? No es lo que hemos vito estos años objetivamente malo? Porque lo seguimos permitiendo? Si la respuesta es que está permitido en nombre de, la defensa, seguridad, el rey, dios, occidente, ya estamos viviendo una distopia y una guerra. Y no sé si podemos permitirnos esa flexibilidad moral cuando en esos mismos nombres financiaron el 73 y siguientes. Si la respuesta es que está permitido, no tenemos una pizca moral para juzgar a nadie. No parece razonable vivir bajo las reglas del mentiroso y matón. Pierde sentido temerle a un sistema que nos va a depredar al final a todos. Parece más razonable considerar que hay límites, que en un sistema finito la libertad no es infinita y que con el fin de protegernos, debemos marcar los límites con más fuerza, resistir, cambiar, criticar, posicionarnos. O los límites terminarán en dónde el fascismo dicte y ya vemos que su crueldad y desprecio por la vida humana parece no tenerlos. No vamos a vivir lo suficiente para ver otro ciclo, pero ojalá si enseñemos lo suficiente para que en el futuro puedan aprender a reconocer los patrones y no repetir la historia.