Recuerdo el domingo 10. Unas horas de desconexión, para el privilegio de almorzar tranquilamente con amigas de la familia. Un minuto muerto tomo el celular que está bocabajo en la mesa, Instagram, Feed, un mensaje al mundo. A quien le pueda corresponder, la ocupación esta ahora amenazando con una invasión completa de gaza. por 22 meses, la ciudad ha estado sangrando bajo bombardeo incesante desde la tierra, el mar y el aire. Cientos de miles han sido asesinados y otros cientos heridos. Si esta locura no termina, Gaza será reducido a ruinas, las voces de su gente silenciadas, sus caras borradas- y la historia te recordará como un silente testigo del genocidio que elegiste no detener. Porfavor comparte este mensaje y etiqueta a cualquiera que pueda tener el poder de detener esta masacre. El silencio es complicidad. Publicado hace más de una hora. Lo siguiente es Wadea con un grito visceral que Anas era un mártir. Nuevamente el horror del fuego en contra de carpas improvisadas. Vemos la destrucción, la sangre, el fuego, el esfuerzo por intentar sacar los cuerpos ardientes, aunque sea en vano. Publicado hace 30 minutos. Cómo puedes seguir, como si nada, después de ver a una figura pública, a quien todos los días sin descanso informaba de la situación en terreno, a quien se mantuvo firme pese a las amenazas y que sabía, que probablemente, su fin sería ejecutado por la ocupación. No dejo de admirar el nivel de valentía, el coraje, la fuerza, ese ímpetu de vida, de existencia, de resistencia de los palestinos. Anas no fue el único. Junto a el se encontraban en las afueras del Hospital Al-Shifa y que también fueron asesinados, el corresponsal de Al Jazeera, Mohammed Qreiqeh y los camarografos Ibrahim Zaher y Mohammed Noufal, el periodista freelance Mohammed al-Khalidi y el camarografo Momen Aliwa. La ocupación no tardó en atribuirse el atentado, justificando su actuar al indicar a Al Sharif como un líder de JHamas que se escudaba en la fachada de un periodista. Pero todos sabemos que solo hay una forma de ocultar la verdad cuando hay hombres y mujeres como los periodistas palestinos, eliminarlos del camino. Sobretodo, cuando estás desplazando y anihilando a una población y esta, se atreve a registrar su propio fin. Y estas voces no llegan solo a unos cuantos, sino que atraviesan el mundo, aún cuando han persistido en silenciarlas una y otra vez, pero parece que su eco se hace más presente y fuerte ante cada cuerpo acumulado con su chaqueta de prensa. Como si hubiese alguien a salvo. Eso es lo que han mostrado periodistas como Anas, Ismael, Hossam y tantos otros. Que no se salvan ni los artistas ni los profesionales de salud, los rescatistas son enterrados y todos se encuentran igual de privados, aunque en distintas condiciones. Aún cuando intentaron silenciar las voces, seguiremos siendo testigos de este espectáculo del horror más puro, expuesto, presenciado y en vivo por quienes son víctimas de el. Pero no caen en silencio, no se ocultan, no se mueven de lo que siempre ha sido suyo y por lo cual están dispuestos a sacrificarlo todo, sembrando su sangre en la tierra propia que les ha visto crecer y florecer por generaciones pese a todo. Pero no son solo sus profesiones, son personas completas, con identidades, sueños, vidas que valen la pena vivir. Tantos años de propaganda en contra del hombre árabe y aparece el hombre palestino, con una masculinidad desconocida para occidente. El hombre palestino que es usualmente olvidado en las estadísticas, pues pensamos más en las mujeres, los niños, los adultos mayores como quienes merecen una mayor protección, pero el hombre palestino lo está dando todo por sus familias y resulta que son de sonrisas cálidas, de mirada suave, son padres, hermanos, hijos que sacrifican todo por proveer a los suyos.... Y como sociedades se sostienen de un hilo, pese a todo, el tejido social se niega a ceder, porque eso sería darle la victoria al enemigo. Algo que no dejo de pensar que parece absurdo el enseñar tanto respecto al Holocausto, los nazis y el fascismo, cuando en la práctica quienes han recibido esa enseñanza no son capaces de reconocerlo y actuar. No son capaces de apuntarlo, guardan silencio, miran a otro lado, dicen que es muy lejos, que podría ser peor, que veamos que pasa. De qué sirve entonces hablar de la propaganda, del impacto del lenguaje y las artes, de la normalización, de la enajenación del otro de su calidad humana, cuando lo estamos viendo frente a nuestros ojos y la mayoría parece simplemente ignorarlo. Realmente hemos aprendido algo?. Yo sí, y eso será en una entrada distinta. Y siguen sorprendiendo con su fuerza, con la capacidad de contar historias, con esa calidad humana que parece irreal, una dignidad y también devoción para soportar todos los embates de la entidad colonial, todo el dolor, el agotamiento infligido por el hambre y el acoso constante de las bombas y drones incesantes. Exhaustos. Y que más queda además de resistir, de todas las formas posibles, al exterminio?. Este atentado, además de acabar con estos periodistas da cuenta de la impunidad del régimen colonial y la complicidad de occidente, que a veces condena, pero en el fondo, son palabras vacías. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ en inglés) en julio realizó un llamado a la protección de Anas dada la inminente amenaza a su vida al ser calificado como Jhamas por la entidad colonial israelí. Aún así, pese a lo público, pese a saberlo, pese a que la información está ahí, disponible, accesible, no fue tema en occidente, no se impidió, porque la vida de algunos es prescindible. Y existe una falsa equivalencia moral que causa que el argumento de que el hecho de que perteneciese a dicho grupo podría de alguna forma justificar o permitir el atentado en su contra. Desde cuando una entidad, sea cual sea, se puede atribuir el derecho de poner un blanco en un civil, en una persona, en alguien, bajo cualquier pretexto y ejecutarlo, sin mayor miramiento. Desde siempre, es la respuesta. Porque al final del día, el fascismo no es más que el imperialismo y el colonialismo aplicado en contra de los ciudadanos, en contra de aquellos mismos que se benefician de las estructuras coloniales cuando son aplicadas en otro, pero que se develan como opresivas y brutales cuando se aplican en forma local. Los Nazis no inventaron nada nuevo y se inspiraron profundamente en las prácticas coloniales americanas aplicadas en contra de los nativos. Leopoldo II de Bélgica dejó una serie de prácticas brutales marcadas en la historia por el genocidio del congo. Creer que estas prácticas fueron nuevas es saber que se omitió una parte de la historia que da cuenta que los mismos métodos se han aplicado a lo largo de la historia en las colonias, los metodos más brutales en contra de los indígenas, contra los dueños legítimos de sus tierras, de sus culturas, tradiciones, alimentos. Y hoy tenemos la oportunidad y obligación de ser testigos de palestina, porque no tenemos ojos en el Congo, aún cuando ya sabemos de los horrores que ocurren ahí en la búsqueda insaciable de occidente por materias primas; tampoco tenemos ojos en Sudán y no por eso el horror que se está viviendo ante los terroristas financiados por Europa y Arabia Saudita para conquistar las reservas de oro del país deja de existir. Los palestinos pueden retratar su exterminio, algo que no siempre puede hacerse, algo que parece imposible, pero se puede en un mundo moderno como el de hoy y que está ocurriendo, en tiempo real, lo vemos, lo escuchamos, podemos hablar con sus protagonistas, podemos escuchar a las víctimas, comunicarnos con ellos, dejar constancia que existieron en esta vida y que perseveraron hasta el fin. No es lo mínimo que podemos hacer, cuando ellos lo que pueden hacer en estos momentos es resistir y dejar testimonio de que resistieron, de que hicieron lo posible cada uno de ellos y nosotros, no podemos mirar a otro lado. Los palestinos nos dejan llenos de enseñanzas distintas, nos dejan llenos de algo de lo que quizás carecemos, no por naturaleza, sino que por disposición sistemática y que cada pueblo tiene en mayor o menor medida y es ese anhelo de resistir, de sobrevivir, de ser semilla. Y en el privilegio que vivimos, de poder estar aún lejos del horror, de solo poder mirarlo sin experimentarlo en carne propia, sin que sean nuestros hijos, nuestra carne y sangre derramadas, lo menos que podemos hacer es escuchar sus historias, su llamado, sus gritos, dejar ese registro de existencia, esa marca en la vida de que alguna vez fueron reales y los vimos perecer. Porque sorprende, de sobremanera, que siquiera seamos dignos de mirar, de aguantar ser testigos, que el miedo al horror, que las consecuencias de no guardar silencio sean tales que ni siquiera seamos capaces de ver, de escuchar, de recordar. Porque la obligación mínima que tenemos, si alguien está entregando su vida a mantenernos informados respecto a lo que está ocurriendo en terreno con su gente mientras son lentamente asediados y acabados, lo mínimo es mirar. Lo mínimo es ser testigos. Seguir acompañando a quienes siguen ahí, conservando momentos de horror para que algún día podamos ver y decir sin miedo y sin titubeos que esto es un genocidio, aunque será a posteriori y por lo tanto, muy tarde. Pero ser testigos nos obliga a hacer más, a movilizarnos con el fin de desmantelar, desde nuestra posición, al sistema que permite que esto ocurra sin freno, sin oposición, en silencio y complicidad, con el beneplácito de los guardianes de los valores occidentales, del bien, de los iluminados. Y la verdad, es que siempre han actuado igual, solo que ahora lo vemos con claridad, sabemos lo que están haciendo, conocemos el resultado y esta vez, tomaremos todas las medidas necesarias para evitar que la historia se repita. Porque siendo testigos podemos entender como opera el poder, ver lo que nos depara y entender que si esto no es una línea roja, no es un límite, significa que no hay límites en lo que nos pueden hacer, a nadie. Nadie esta a salvo de esta ideología, nadie está a salvo de ser víctima el día de mañana, de pertenecer al grupo equivocado, de tener la idea negativa, de hablar cuando había que mantener silencio. Guardar silencio es ser cómplice, más de 200 periodistas asesinados por la entidad colonial, más que en todos los conflictos del siglo 20 en menos de 2 años, el hambre y la sed como armas con el fin de infligir daños irreparables en la población, uso de armas químicas, uso de bombas anti bunker en contra de población civil, drones armados en contra de niños, ataques de tanque en "centros de ayuda" en contra de civiles hambrientos. Gracias a los periodistas de Gaza somos testigos de todo ello y más, somos testigos del silencio de los medios, de los gobiernos, de los políticos, de los partidos. En los años venideros los registros de los periodistas de Gaza serán el amargo y horrible recuerdo, constante, marcado a fuego, de la ira colonial, de la inferioridad del colono en contra de los hijos de su tierra y de la impasividad humana. Es el recordatorio de que aún cuando nos eduquemos, aprendamos, seamos morales, buenas personas, si no podemos reconocer el horror y tomar medidas mínimas, mirar, actuar, consumir consciente, no sirve de nada que pretendamos o nos consideremos de bien. Que sepamos lo que va a pasar y pretendamos que es un destino inexorable cuando preferimos la comodidad sobre la verdad incómoda y el sacrificio mínimo en pro de la preservación. Siempre podemos mejorar, ser mejores, aprender, educarnos, equivocarnos, transformar. El momento es ahora. Para no olvidar, el sacrifico de quienes están dispuestos a todo por los suyos, para no ignorar la fuerza, la resilencia, la resistencia de quienes están dispuestos a todo por sobrevivir, sin perder su esencia humana. وَلَا تَحْسَبَنَّ ٱللَّهَ غَـٰفِلًا عَمَّا يَعْمَلُ ٱلظَّـٰلِمُونَ ۚ إِنَّمَا يُؤَخِّرُهُمْ لِيَوْمٍۢ تَشْخَصُ فِيهِ ٱلْأَبْصَـٰرُ ٤٢ (14:42)